En los días de la existencia
silenciosa
donde pernoctan los rescoldos
visados al olvido,
limpias la excrementada cara
que rescataste del rincón de la
cisterna
para dejar que corran las heces
del viento distante,
de
la distancia doliente,
del duelo constante,
de la sinuosa y creciente
derrota penetrada en tu vista
ciega.
Hueles a nada,
lo que queda
después de haberlo sido todo
para la soledad
que te queda por llegar...
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